Comunicado del Grupo Umoya
Gracias Caddy, no calles nunca
La Federación de Comités de Solidaridad con África Negra UMOYA expresa
su profunda alegría tras conocer la noticia de la concesión del premio Príncipe
de Asturias de la Concordia 2014 a la periodista congoleña Caddy Adzuba por su
reconocida labor en favor “de la libertad de prensa, la reconstrucción de la
paz y los derechos humanos, especialmente los de la infancia y las mujeres en
zonas de conflicto”. Es un premio muy merecido y que dotará a la periodista de
un reconocimiento que puede contribuir a salvaguardar su vida, ya que debido a su
actividad de denuncia, vive bajo la amenaza de muerte en la República
Democrática del Congo, RDC. Para nosotros es como decirle “Gracias Caddy Adzuba,
no calles nunca”.
Caddy
nació hace 33 años en Bukavu, la capital de la provincia Kivu Sur, al este de
la RDC, región que sufre desde hace 20 años una intolerable situación de
conflicto y violencia generalizada, provocada por la invasión de tropas y milicias
extranjeras, con el fin de expoliar sus inmensas riquezas naturales. Gracias a
este y otros premios anteriores concedidos en Europa, la periodista se ha
convertido en la cabeza visible de una larga y dura lucha de la sociedad civil congoleña por denunciar la
agresión que sufren desde hace décadas, por hacer visible la situación de
violencia, abuso y miseria en que se ven obligados a vivir cada día, debido a
intereses económicos extranjeros. La periodista aprovecha la plataforma que le confiere
este reconocimiento internacional para casi suplicar a los gobiernos de los
países occidentales y sus multinacionales que dejen de apoyar esta agresión en
nombre de los beneficios económicos, apela a su conciencia para acabar con esta
guerra que no tendría lugar sin el apoyo de las grandes potencias.
Esta
agresión, llevada a cabo por Ruanda y Uganda principalmente, enriquece no solo
a los países vecinos sino también a grandes multinacionales, especialmente
mineras y petroleras. Por ello las principales potencias mundiales apoyan y
mantienen la agresión, en beneficio de sus grandes corporaciones. Estas mismas
potencias miran a otro lado y tergiversan los mensajes de denuncia de los valientes
activistas como Caddy que gritan ¡Basta ya!, que no puede haber intereses
económicos en el mundo que merezcan la pena los más de 6 millones de muertos
inocentes, más de 400.000 violaciones al año desde los años 90, que hay que acabar
con la impunidad de los responsables para acabar con la guerra, que la justicia
es el único camino.
Caddy
se ha convertido también en el icono de la denuncia de todo un pueblo contra
una de las más crueles armas de guerra utilizadas en el conflicto del este de
la RDC, al igual que en todas las guerras, la violación. La activista congoleña
conoce muy bien los estragos de esta arma de guerra porque su región natal ha
recibido el macabro título de “capital mundial de las violaciones”. Las
violaciones utilizadas como arma de guerra golpean en lo más profundo del ser a
una comunidad. Al violar y humillar a hombres, mujeres y niños, pero sobre todo
a las mujeres, a las madres, y a las niñas, futuras madres, se hiere de muerte
la dignidad y la capacidad de resistir de la comunidad entera. La comunidad
entera se derrumba psicológicamente, por ello es un arma tan destructiva.
Este drama persistirá mientras persista la
impunidad de los responsables, la impunidad seguirá estando garantizada
mientras dure nuestro silencio, mientras la comunidad internacional no preste
atención a personas valientes como Caddy que de vez en cuando, con enormes
peligros y esfuerzos, traen de nuevo a nuestros olvidadizos telediarios el
drama más mortífero de la historia de la humanidad
después de la II Guerra Mundial, la invasión del Congo por parte de Ruanda y
Uganda, a poyados por nuestros gobiernos y grandes compañías. Un conflicto que
se produce hoy, cada día, cada minuto, en nombre de los beneficios económicos
de las multinacionales que gobiernan en mundo, en el nombre de nuestro supuesto
bienestar y desarrollo